Ese sería el título de mi 2021 y, en especial, de los últimos días del año. Principalmente porqué mis hijas se han vuelto fans del musical y he tenido que ver la película con ellas cuatro veces y escuchar esa banda sonora hasta que me han sangrado los oídos.
Así que aprovechando el tirón, me di cuenta de que el año pasado empezó siendo un Money, money, money. Por suerte, todo salió bien en ese aspecto.
Ha habido momentos varios de S.O.S en los que hubiera gritado a la cara del mismo diablo, pero también he compartido momentos con nuevas amistades que me han hecho sentir como Dancing Queen. Y no puedo olvidarme de los de siempre, esos amigos y amigas que con su Chiquitita les he tenido a mi lado cuando los he necesitado. When all is said and done sonó un par de veces en esos doce meses pero con un Mamma mia a pleno pulmón volvía a empezar todo. Y no nos engañaremos, lo hemos cerrado con un The winner takes it all cuando lo que deseaba era un Take a chance on me. Pero no hay problema, espero acabar dándole una patada a este 2022 con, como poco, un Does your mother know. No por nada en concreto, pero esa canción y la escena de la cincuentona poniendo en su sitio a un veinteañero, me saca una sonrisa. Y no nos vamos a engañar, cuando cruzas la barrera de los cuarenta, siempre es agradable que un jovenzuelo pueda pensar que eres deseable.
Y, sobre todo, he visto como mis hijas van creciendo, siendo Slipping trough my fingers su propia canción, no pudiendo evitar que una lagrimita se me escapara cuando esa escena de la película aparecía en la pantalla. Ellas crecen, yo me hago mayor. Y aunque mi vida a veces sea un caos, para ellas siempre tendré preparado mi regazo para que se sientan protegidas y seguras. Así, cuando llegue el momento de elegir sus propias bandas sonoras, puedan hacerlo con la tranquilidad de que, como una película o una canción, todo tiene un final y eso no tiene porqué ser malo.
¡Feliz año nuevo!