Una ventana abierta, una montaña al fondo y una gélida niebla colándose en mi habitación. Intenté borrar mi primer recuerdo de dolor con su belleza. El terror recorriendo mis venas, la figura inerte en la que me convirtió. La debilidad, la fragilidad, la cobardía… la impotencia. El miedo. En ese instante conocí el miedo. Debería de haberte arrancado el corazón de un zarpazo, pero no fui capaz de hacer nada más que quedarme inmóvil. Me robaste un año de mi vida, rompiste en mil pedazos mi inocencia y no fui capaz de mover un solo dedo. Ensuciaste mi alma. Y con ella, la de los que yo amaba. Me obligaste a despertar cuando lo único que yo quería era seguir soñando.
Obligándome a enterrar ese momento, me enterré a mí misma, quedando grabado en mi cuerpo para convertirse en la coraza que me acompañaría durante muchas lunas nuevas.
No he olvidado, no he perdonado, pero ya nunca más he vuelto a sentir miedo ni he vuelto a ser débil. Ahora que soy adulta, solo es una sombra, un recuerdo que me obliga a vivir con pasión cada respiración, cada caricia y cada momento. Que me mantiene alerta y preparada para luchar contra cualquier otro depredador. Con la daga en la mano lista para arrancarle el corazón.
Piel de gallina , me encanta.