El baño se llena rápidamente de vaho. El espejo deja de reflejar mi rostro mientras termino de desnudarme. Le doy al play de la música, lista aleatoria, que suene lo que sea.
Con el pié aparto la ropa sucia del suelo y la dejo en un rincón. La humedad del ambiente empieza a crear pequeñas gotas en mi piel y el aire que se cuela por debajo de la puerta hace que se erice a su paso.
Abro la mampara de la ducha y entro rápidamente en ella, dejando que el chorro de agua caliente caiga directamente encima de mi cabeza. Cierro los ojos y disfruto del tacto del agua resbalando hasta mis pies. Entro en calor, noto como sube la temperatura de mi cuerpo y, en ese momento, noto una respiración cerca de mi boca.
Abro los ojos, pero, como era de esperar no hay nadie dentro de la ducha conmigo. Con la mano limpio el agua de la mampara para ver el baño completo. Está vacío. Y sólo se oye la música y el sonido del agua resonando en las paredes de la ducha.
Vuelo a cerrar los ojos y a meter la cabeza debajo del agua. Me enjabono el cuerpo, sin dejar ningún trocito de mi piel sin su perfume.
Y en ese momento mi cerebro se vuelve loco. Empiezan a bombardearme recuerdos, olores, sabores… Y no resisto la tentación de sentirte cerca con mis manos.
Pero estás lejos. Lo sé. No pasa nada, son las reglas del juego. Te necesito lejos para poder sentirte cerca.